5.9.07

El tren de los momentos

Hago un alto en el camino para contaros como nos fue ayer en el concierto de Alejandro Sanz. Si, ya sé, una tiene una edad y unos gustos peculiares pero así soy yo.

Cuando compramos las entradas, allá por el mes de marzo o abril, busqué en un calendario el día en que caía el 4 de septiembre, más que nada para saber si tendría que salir corriendo del trabajo y atravesar media Barcelona para llegar al Palau Sant Jordi a tiempo o tendría una tarde de vagueo antes de ir al concierto. ¡Bien, cae en martes!, pensé. Podré tumbarme en el sofá unas tres horitas, ver alguna serie que tenga por ahí, prepararme un bocadillo para cenar que sino allí te clavan mínimo 4 euros, coger la cámara de fotos y las entradas y pensar en si me dejo algo. Pero, claro, el mundo es como es, gira il mondo gira, y al final llegué a casa a eso de las 15:45 y a las 17:00 salía para el Fnac porque un amigo me había pedido que le acompañara a comprar un portátil que había visto. Llegamos y, como si al Caprabo a por tomates hubiéramos ido, cogimos de una estantería la caja de cartón que lo contenía. ¡Qué poco romántico! Eso sí, al salir nos fuimos a un Starbucks a sentarnos en uno de sus cómodos sillones, hacer el pipón y toquetear el portátil un rato.

[móvil sonando]
- Uy me voy que Paqui ya ha cogido el bus y en un ratito va a pasar por aquí.
- Vale, que vaya bien el concierto. Hasta mañana.

Llegamos al Palau Sant Jordi a eso de las 20:30. Algo justo, lo sé, lo reconozco. Y la sorpresa fue que teníamos una cola de más de media hora por delante. No me había pasado nunca. Había muy pocos accesos abiertos y se había montado un pitote impresionante. ¡Qué nervios! Falta media hora y tenemos que pasar seguridad, entrar, comprar algo de beber, ir al baño y localizar los asientos. Me da que no llegamos. Menos mal que nos dieron una revista, InTouch, llena de cotis varios y estuvimos un rato entretenidas.

Después de un rato, viene uno de la organización y nos dice que nada de dos colas, que hay cinco entradas y que nos distribuyamos y que llevemos las bolsas abiertas y las entradas en la mano. ¿Perdona, guapo, no podías decirlo antes y no cuando llevamos unos 20 minutos haciendo cola? Ay, cuánta razón tienen algunos cuando dicen eso de ‘los últimos serán los primeros’. Y digo yo, ¿las bolsas abiertas? El de seguridad ni miró. Un típico "pasad, pasad" y ale pa’ dentro.

Bloque 122 nuestro objetivo. Cooooorre, pasillo y más pasillo, escaleras, tres pisos para abajo. Ya, ese es el bloque. 21:15 todavía están las luces encendidas. Vamos a por agua, coooooooorre. Buffff, ¡menuda cola! Vale, ponte y yo mientras voy al baño. Agua, sí. Bufff, pupa. Nena duele la cabeza un montón. Salgo del baño, todavía cola. La gente podría venirse comida y bebida de casa ¿no? Ya tenemos agua. Cooooooorre, vamos a sentarnos. Ya, 21:25. Desenvolvemos el bocadillo, primer mordisco y luces fuera. Empieza el concierto.

¡Ahhhhhhhhhhhhh! ¡Guapo! ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhh!


La primera canción fue una del último disco que no me gusta nada y que ni recuerdo, así que, para distraerme un poco, me dediqué a hacer fotos y más fotos. En total he hecho unas 90. Cámara nueva y Alejandro Sanz, ya se sabe.


Canciones y más canciones durante más de dos horas en las que nos lo pasamos en grande e, incluso, pudimos aprovechar para llamar a una amiga mientras sonaba Corazón partío. El concierto fue muy parecido a los que normalmente nos tiene acostumbrados. Musicalmente hablando, independientemente de si te gusta o no su estilo, el concierto tiene mucha calidad ya que se hace acompañar por una banda de seis o siete músicos, que tocan diversos instrumentos y dos chicas a los coros. Visualmente también es un gran espectáculo ya que cuenta con un escenario con una gran pantalla central y dos pasarelas laterales y un impresionante juego de luces que van cambiando a lo largo de todo el concierto. Y técnicamente nada destacable, así que, perfecto. Ningún fallo de sonido, ni acople ni nada parecido.


Destacar también que tuvimos mucha suerte porque a nuestro alrededor no había ninguna niña-histérica-quiero-un-hijo-tuyo pero lo que no pudimos evitar fue acabar medio sordas gracias a una voz-de-pito-con-patas que se sentaba en la fila de atrás. Ya se sabe, daños colaterales de los conciertos.


Al acabar el concierto, empezó para nosotras la odisea del regreso a casa. Quien no es de Barcelona no lo sabrá pero es bastante difícil volver de un concierto en Montjuïc. Primero tienes que caminar o coger un bus especial que te lleve a Plaza España y, después, buscarte la vida para conseguir un taxi. Más de una vez acabas pateando una hora o más. Ayer cogimos tres autobuses pero a las 00:30 ya estábamos en casa. Suerte, se le puede llamar.

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